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    Pros y contras de vivir en una cerrada residencial

    Septiembre 24, 2019   |   Hogar, Ruba Residencial,

    Vivir en un fraccionamiento residencial tipo cerrada tiene un cúmulo de ventajas y acaso dos o tres asuntos menores como inconvenientes.

    El acceso controlado implica que el comité de vecinos contrate los servicios de una agencia de seguridad privada, cuyos costos los paga cada habitante conforme a una cuota semanal, quincenal o mensual.

    Una cerrada, y más si cuenta con caseta y vigilantes 24 horas de acceso controlado, ofrece lo siguiente:

    sistema de circuito cerrado de televisión (cctv) con videograbación las 24 horas, tanto en la caseta de entrada-salida como en algunas calles interiores y exteriores;

    la grabación de video continuo cumple dos funciones: disuade sensiblemente la comisión de actos ilícitos, y además los videos pueden ser utilizados por las autoridades policiacas y ministeriales para investigaciones de algún delito cometido al interior del desarrollo;

    todo vehículo de visitante que ingresa es videograbado, y al conductor se le solicita credencial de identificación y datos del morador visitado;

    así, quedan anotadas y videograbadas las placas y en general el vehículo que ingresa o sale, así como también la credencial de identificación;

    generalmente la caseta cuenta con brazo basculante o pluma para impedir o permitir el paso vehicular;

    dado que se complica sobremanera que ingresen al fraccionamiento visitantes ajenos como vendedores –a pie o en vehículos— o promotores de servicios o productos, la probabilidad de incidentes de robo disminuye considerablemente en todo el desarrollo;

    los moradores habitan con un nivel de percepción de tranquilidad elevado, pues los niños pueden jugar o salir a las áreas verdes interiores con algo más de seguridad, ya que el tráfico vehicular es muy reducido e igual la presencia de personas ajenas es disminuida casi en su totalidad.

    En sí mismos, cada uno de estos factores es altamente valioso y contribuye con efectividad a una mejor calidad de vida de los habitantes de esa comunidad.

    Sin embargo, no todo puede resultar miel y dulzura. Por supuesto que una cerrada con acceso controlado también hay inconvenientes, que bien pueden ser:

    no todos los vecinos están de acuerdo a pagar la cuota de vigilancia y mantenimiento… y no la pagan… y no se les puede obligar;

    aunque incluso sin pagar disfrutan también de todos los beneficios inherentes al acceso controlado, generalmente los vecinos malapaga deben ellos mismos descender del vehículo y levantar y bajar la pluma de control;

    vivir en un fraccionamiento cerrado otorga mucho poder a esa comunidad de vecinos al arreglar, como comité, los conflictos internos como habitantes ruidosos o poco pulcros; pero por lo mismo se dificulta la entrada a autoridades como policías y bomberos para intervenir en asuntos ‘menores’ que pueden ser resueltos por los mismos moradores;

    aun cuando es sumamente probable –casi imposible– que algún empleado de seguridad privada esté en complicidad con algún malhechor con alguna banda de ladrones, ciertamente se han dado casos, muy pocos, pero sí ha ocurrido en alguna ciudad del país y del mundo;

    pero ¿en qué se centra esa altamente improbable complicidad entre el guardia de turno y algún malhechor? En que el desleal guardia sabe cuál casa estará desocupada por días, de lo que da aviso a los ladrones.

    Sin embargo, 9 de cada 10 agencias de seguridad privada brindan muy buen servicio.

    En conclusión: vale la pena vivir en una cerrada residencial.  Por mucho, la calidad de vida es superior a la de una colonia abierta.

    Alfredo Rivera

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